¡Destruyámoslo¡ Quedaban en la chimenea aún rescoldos, y, apoderándome con mano febril no sólo de la hoja de papel, sino tambión del pergamino de Saknussemm, iba ya a arrojarlo todo al fuego y a destruir de esta suerte tan peligroso secreto, cuando se abrió la puerta del despacho y apareció mi tío en el umbral