Creí que mi aire abatido, mi palidez, mis ójos enrojecidos por el insomnio producirían sobre Graüben un doloroso efecto y le haría cambiar de parecer: pero ella, por el contrario, me dijo: -¡Ah, mi querido Axel¡ Veo que estás mucho mejor -y que lo ha calmado la noche