Mi tío se apresuró a abandonar su presidio flotante, por no decir su hospital; pero, antes de dejar la cubierta de la goleta, llevóme hasta la proa, y desde allí, mostrándome con el dedo en la parte septentrional de la bahía una elevada montaña, que remataba en dos picos un doble cono cubierto da nieves eternos, me dijo entusiasmado: -¡El Sneffels¡ ¡Ahí tienes el Sneffels¡ Y después de haberme recomendado con un gesto que guardase el más impenetrable silencio, bajó al bote que nos aguardaba