¡Ruego a los hombres de buena fe que me digan si era posible escuchar sin estremecerse palabras semejantes¡ El profesor se ató a las espaldas el paquete de los instrumentos; Hans tomó el de las herramientas y yo el de las arenas, y, en medio de un profundo silencio turbado sólo por la caída de los trozos de roca que se precipitaban en el abismo