Sin embargo, nunca podré entender cómo fue que la oyó con una atención conmovida, y suspiró con el alma: -¡Dios lo guarde en su Santo Reino¡ A una cuadra de la casa nos hicimos amigos de los Mosquera, una familia que gastaba fortunas en revistas de historietas gráficas, y las apilaba hasta el techo en un galpón del patio