La imagen de la Mujer X estaba entonces implantada con tanta fuerza en la imaginación popular, que en muchas casas se aseguraban las puertas con cadenas y se mantenían vigilancias nocturnas especiales, en previsión de que el asesino suelto intentara proseguir su programa de crímenes atroces, y se dispuso que las adolescentes no salieran solas de su casa después de las seis de la tarde